La capacidad de asombro se acaba y nada se escapa a esa búsqueda enfermiza de lo sensacional, lo insólito, lo fantástico. Ni siquiera el propio Dios. En su afán de pasar a los primeros planos de la atención, los escritores, la prensa y hasta muchos religiosos y políticos permanecen a la caza de algún aspecto del acontecer diario que les permita elaborar una curiosa imaginería.
Constantemente estamos siendo bombardeados por suposiciones, medias verdades y mentiras rampantes que apelan a lo escandaloso, y lo más preocupante es que la gente todavía no se satura de tantas tretas: nos creemos cualquier cosa y hasta disfrutamos del engaño.
La mentira se ha vuelto creíble y divertida. Es como si la ficción de los anuncios comerciales se hubiera traslado a toda la comunicación humana. Ya no importa si lo que me cuentas es verdad o no si resulta ameno y complaciente.
Tanto en política como en religión, dos platos fuertes de la comida diaria, permanecemos a la espera del próximo líder, doctrina o bestseller literario que nos diga que hasta ahora todos estábamos equivocados. Le hemos tomado el gusto a la morbosa adrenalina que producen las crisis, el miedo y la protesta sistemática contra todos los valores establecidos.
Un buen ejemplo, es el reciente informe de la agencia Reuters de que una nueva ola de libros ateos ha llegado al mercado de Estados Unidos y que algunos de ellos están entre las listas de los más vendidos, dentro de un fenómeno que sus defensores denominan “una reacción contra el modo en que la religión está mezclada con la política”.
“La religión está fragmentando a la comunidad humana”, dice Sam Harris, autor de Carta a una nación cristiana, número 11 en la lista de libros de no ficción del New York Times del 15 de octubre.
Hay una “enorme visibilidad y otorgamiento de poderes en la religión”, dijo el novedoso autor en una entrevista. “La polarización religiosa es parte de muchos conflictos mundiales –dijo–, pero esto nunca se discute. Hay poca gente que está llamando a las cosas por su nombre”.
El categórico libro de bolsillo de 96 páginas, que condensa una descarga de disparos contra la fe, apareció en la lista del Times justo por encima de The God Delusión, de Richard Dawkins, un científico de la Universidad de Oxford y ateo de larga historia.
Publishers Weekly dijo que la industria literaria había visto “un llamativo número de críticas apasionadas a la religión, pero al cristianismo en particular”, un desarrollo probablemente inevitable dado “la súper permeabilidad de la religión en la política y la cultura americanas en los últimos años”.
Paul Kurtz, editor de la revista Free Inquiry dijo que están volcándose al libre pensamiento y al humanismo secular, y los editores han captado un gusto por eso. “He publicado 45 libros, muchos críticos de la religión”, dijo Kurtz.
El reverendo James Halstead, director del Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad DePaul de Chicago, dice que el fenómeno es realmente “una oleada causada por la industria editorial”. “Esos libros no causan nuevos pensamientos o compromiso moral. Los argumentos tienen siglos de antigüedad,» dijo a Reuters.
Demasiado a menudo, dijo, se hace un mal uso del concepto de Dios “para legitimar el yo y para atacar a otras personas … hacer un refrito de los mismos argumentos en favor y en contra de Dios es una pérdida de tiempo, energía y papel”.
El doctor Timothy Larsen, profesor de teología del Wheaton College en Illinois, dice que cualquier crecimiento en el interés por el ateismo es un reflejo de la fuerza de la religión, siendo el primero un parásito que se alimenta del segundo. Larsen, autor del libro Crisis of Doubt que pronto será publicado, agregó que en algún sentido el ateismo es «una desilusión ante Dios y la iglesia. Algunos de estas son personas a quienes herimos y a quienes deberíamos estar tratando pastoralmente más que con un debate agresivo y demoledor.»
¿Verdades? ¿Verdades a medias? ¿Mentiras publicitarias o políticas? ¿Relativismo filosófico? No importa, mientras suene sugestivo.
Se generaliza la falsa percepción de que la verdad es relativa, opresora y aburrida. Pero lo cierto es que la sociedad se aleja cada vez más de esa libertad gozosa y alegre que otorga el real conocimiento de la única verdad, la verdad de Dios.
Saludos Hermano
Es notoria la claridad con que se expresa la prosa de un periodista. Es una delicia leer sus posts.
Con respecto al tema que plantea, ha elegido un título por demás representativo de la actualidad cristiana.
Muy bueno.
Cuando la verdad se muere de aburrimiento se duerme.
Y cuando la Verdad se duerme se hace fuerte la mentira.
Su nota constituye un fuerte llamado de atención para todos los cristianos.
Un abrazo fraterno desde Buenos Aires
Daniel
De verdad que se muere de aburrimiento… hasta parece un chiste. ¿Será que si no vemos algo sensacional o escandaloso no nos llama la atención? En la Radio y la TV es igual, los programas de mayor audiencia son aquellos que tienen algo morboso, impactante, sin importar si tiene una base real o no.