Durante mi vida he sido testigo de curiosos balances de fin de año, pero ninguno como el de mi joven amiga Edilsa, de un raro sentido del humor y crédulo optimismo que me dejan perplejo. Les advierto, un humor sobrio y blanquísimo el de Edilsa, a pesar de su oscuro recuento de 2014.
“Le quiero contar, señor Julio —me escribió Edilsa desde su país—, que en 2014 hubo cosas difíciles para mí, mi familia y también para personas cercanas. El doctor me descubrió una endometriosis nivel 4, pero ya estoy mucho mejor, y no hay cáncer. Hace un mes mi mamá tuvo un accidente de tránsito, le pusieron 27 puntos en la cara, pero ya casi ni se le notan, a pesar de que el carro quedó en pérdida total; fue un milagro que ni siquiera se le partiera un hueso. Ese mismo domingo, en horas de la tarde, mi tío Gavino también sufrió un grave accidente de tránsito, porque se le estalló una llanta al carro, y pese a eso a él ni a los ocupantes les pasó nada grave; bueno, a la tía Rosa se le partió la clavícula, pero como dijeron los bomberos fue un milagro que ambos no se murieran. Otro día del año, mi amiga Ruth se desmayó, se cayó y se pegó en la frente contra el borde de un muro; le colocaron 6 puntos porque tuvo una herida muy profunda, pero ya no tiene ni la cicatriz. A mi compañera de oficina la hicieron caer dos veces de su motocicleta, y gracias a Dios no tuvo fracturas. Mientras que a un compañero de trabajo para robarle lo hirieron levemente en la espalda, aunque los ladrones no pudieron hacerle mayor daño.”
Hasta aquí el balance de mi amiga.
Les comento que no pude dejar de asociarlo con un extraordinario relato que escuché hace bastante tiempo de labios de su propio autor cuando todavía estaba en manuscrito. Me refiero al famoso escritor cubano Onelio Jorge Cardoso, que llegó una tarde a la redacción de la revista donde yo entonces era un aprendiz de periodista, para darnos la primicia de Francisca y la muerte, que según nos dijo era la recreación literaria de una antigua leyenda rusa que había escuchado en unos de sus viajes al lejano país.
En la narración, La Muerte había venido a buscar a Francisca, una enérgica pero ya muy anciana campesina de las estepas rusas. Le había llegado la hora, y La Parca se apuraba en cumplir su cometido. Pero cada vez que pregunta por Francisca, ella recién había terminado una labor altruista y se había marchado a otro lugar a vestir a un desnudo, acompañar a un enfermo o a dar de comer a un hambriento, completamente desentendida de los planes en su contra. Después de un largo recorrido sin poder alcanzar a Francisca, La Muerte se cansó, se dio por vencida y se marchó sin su presa del día.
Pensando ahora yo en voz alta, ¿acaso no fueron esas mismas renuncias de sí mismo las que le dieron a Jesús su victoria sobre la muerte?
En cuanto a Edilsa, la manera de concluir su resumen de año me pareció un contundente epitafio encajado de una vez por todas sobre la tumba de su mala suerte:
“Han sido cosas inesperadas, señor Julio, pero puedo decir que Dios nos libró de todo mal, y vimos su gran misericordia”.
Mil gracias, señor Jorge Julio, por contar este testimonio para dar ánimo a muchas personas que están en dificultades.
Jorge Julio, esta nota está genial. Me reí y reflexioné al mismo tiempo. Este es humor del bueno, del que aprovecha.
Feliz Año.