Los autores independientes están escribiendo el siguiente capítulo en la historia de la industria del libro cristiano.
Son autores que realizan sus publicaciones mediante su propio esfuerzo editorial y financiero. Han llegado masivamente. Los vemos con sus libros en las redes, en sus iglesias y ministerios, al encuentro directo con su público. Libros de especialistas de diferentes esferas, experiencias extraordinarias de ministerios locales, impactantes testimonios evangelísticos.
Según apunta el experto español Javier Celaya, la autoedición no es un fenómeno nuevo. “De hecho —argumenta—, Dostoievski pidió dinero a sus amigos para costear sus libros, Nietzsche pagó de su bolsillo la autoedición de 50 ejemplares y Lewis Carroll lo hizo con Alicia en el País de las Maravillas; al igual que Marcel Proust, Alejandro Dumas, Rudyard Kipling, Mark Twain, Edgard Alan Poe, George Bernard Shaw o Ernest Hemingway”.
Sin embargo, en amplios sectores de la industria del libro en general (incluido el libro cristiano) todavía se ve al autor independiente como alguien de segunda categoría, de contenido dudoso y descuidado, al que no le ha quedado otro remedio que autopublicarse. Un falso prejuicio éste, igualmente en decadencia.
Llegaron para quedarse
Las nuevas tecnologías le están dando al escritor moderno la capacidad de decidir la manera de encontrar directamente a su público lector, o al menos con pocos intermediarios.
Por otro lado, y a la inversa de como era en otros tiempos, el lector de hoy en día está decidiendo, mediante su presencia activa en las redes sociales y en otros canales de comunicación, qué le gusta y qué títulos merecen una mayor producción.
Por supuesto que a la industria del libro cristiano no les ajeno todo lo anterior, y parece que a la larga las cosas suceden para bien. Aunque todavía no lo veamos claro, ya está aquí una época diferente para la industria del libro cristiano.
Es el tiempo donde los lectores dictan las reglas y los autores toman las riendas. Se desmorona la creencia (y también la posibilidad real) de que para triunfar como autor hay que estar en las estanterías físicas de todo el mundo.
Los editores deben realinear sus prácticas de negocios y su enfoque para reconocer que, ante todo, son proveedores de servicios para los autores. Estos, al igual que los distribuidores y libreros tradicionales, deben trabajar para integrar al sistema lo mejor de la publicación independiente.
Llegaron para quedarse y para enriquecernos a todos. En el sector no sólo debemos acostumbrarnos a ello, sino también darles la bienvenida.